El último pétalo

Este texto lo escribí para el día de la violencia de género y pretendía leerlo en clase de Lengua para el poema del día, que es una actividad que hacemos en clase en la que un alumno cada día lee un poema o un texto. Y debido al confinamiento he decidido subirlo aquí. Espero que os guste. 


7 años, como las maravillas del mundo, él se asemejaba a ellas pero hasta un punto que se me hace muy difícil describirlo. Tenía el cabello negro, como el azabache, su piel tenía un moreno exótico, y sus ojos, verdes como la esmeralda, con una mirada tan cautivadora que hacían que no quisieras apartarle la mirada. Todo en él era perfecto, me trataba como si fuera una reliquia. Me tocaba como si fuera algo frágil. Pero todo eso era al principio. Los primeros años con él fueron los mejores de mi vida, siempre se preocupaba de cómo estaba, de dónde estaba, con quién estaba y no se separaba de mí. Yo no podía pedir nada más. Con el tiempo, como una rosa, se fue marchitando y cayéndosele los pétalos. Se obsesionó, no podía salir sin él. No confiaba en mí y me infravaloraba. Me sentía fatal, no sabía qué hacer para que todo fuese como antes, puesto que solo sabía hacer las cosas mal. Un día se enfadó mucho conmigo, y a día de hoy sigo sin saber por qué, y se le fue tanto la cabeza que me golpeó. Nos miramos cuando lo hizo, él me dijo que fue culpa mía, que lo había llevado a hacer eso, que él no quería, que él me quería. Yo lo creí, la culpa había sido "Mía" porque solo sabía hacer las cosas mal. Al día siguiente me trajo una rosa y supe que me había perdonado por haberle provocado. Así transcurrieron los años, él castigándome cuando hacía algo mal y yo soportándolo porque lo merecía. Mientras tanto a mi rosa se le iban cayendo los pétalos. Hasta aquel día en que lo enfadé mucho. Nunca era mi intención y nunca llegué a saber los motivos de sus enfados. Me dio una paliza que mi débil cuerpo no pudo soportar. Lo último que pude ver fue a él, mirándome, con un mar de lágrimas en los ojos, gritando que qué había hecho, miré a mi rosa, se desprendió su último pétalo. Una lágrima cayó sobre mi mejilla. Cerré los ojos y por fin me sentí en paz.

Autora:
Isabel Rabadán 

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