Recuerdo de un sueño
"Nunca debemos dejar de soñar. Los sueños proveen nutrición para el alma, al igual que una comida hace por el cuerpo"
Paulo Cohelo
Basta de insufribles torbellinos de azufre, de cascadas que arrojan su fe ciega, de canciones resplandecientes en las voces apagadas, pero vacías al igual que estas palabras.
Surcando el firmamento veo su mirada recorrer las miles de estrellas estrelladas, que han olvidado su camino perdido en la contemplación absorta de la luna que sigue corriendo detrás del sol y este a su vez de ella. ¡Qué necios! Intentando superar el castigo que se les otorgó por intentar darnos una lección. Estúpidos ellos que no consiguen ni con su sufrimiento hacernos ver eso, no sé qué es eso. Estúpidos, estúpidos... Sueño despierta en jardines ya olvidados, alcanzo algunas ramas de los árboles y otras parecen inalcanzables. Solo quedan las frutas duras y ácidas, las maduras ya han desaparecido.
No sé qué me lleva a atravesar la ciudad silenciosa y a la vez bulliciosa, como si estuviera a punto de eclosionar pero no se atreviese por miedo a florecer demasiado deprisa, casi temerosa de perder su inocencia. El aire cálido y pegajoso me surcaba el rostro, aportándole un resplandor que me hacía parecer una de esas estrellas perdidas.
Mis pasos independientes de mi consciencia me conducen por callejones oscuros y acaban acercándome al muelle. A penas si me doy cuenta de que estoy respirando la mezcla salada y pestilente, un olor que me llega a ser hasta reconfortante, pues parece que nunca cambia. Recuerdo los gigantescos barcos que no paraban de fumar ilusiones y temores de los que se embarcaban en nuevas aventuras y los que eran obligados a ir, lamiéndose sus heridas apenas visibles entre el amasijo de versos que cruzaba su oscuro firmamento.
Las olas se ondulaban por culpa del travieso aire que dominaba la noche, casi apenas sin darme cuenta las confundo, los unifico en uno. Pero no, aún conservo algo de cordura o de locura, no sé cuál es mejor. Pero mi vista se vuelve un segundo nítida y veo un rostro rasgado por los años. Las ondulaciones del cabello recuerdan a las cumbres nevadas. Sus ojos como valles hundidos despiertan cierto fulgor en mí.
El mundo se difumina otra vez y solo escucho el golpe sordo de las olas del mar contra los navíos. Me acerco a tientas a la pasarela sintiendo los nudos de la madera, aún reconocible después de tantos años. Una mano callosa me recorre el brazo y en un fogonazo recuerdo qué hago allí, casi lo había olvidado, pero mi mente se ha quedado con las frutas maduras .
Me siento en el banquito improvisado con dos cajones y sigo relatando una pequeña historia recogida en un gran infinito.
Autora:
Salma Chaibi

¡Pero qué manejo de las palabras y de las situaciones! Te has superado. Bravo amiga😉
ResponderEliminar😘
EliminarLos sueños, ay los sueños, cómo dejarlos de lado. Quien ose abandonar los sueños dejará su humanidad y se adentrará en el abismo del mar de la intemperancia.
ResponderEliminar¡SIGUE SOÑANDO! 😊
Madre mía, lo tuyo ya no es normal ni para el mundo de los sueños, chica. Una maravilla;)
ResponderEliminarNunca olvides por qué estás aquí. Nunca. Para conectarnos con el mundo real y con el de los sueños. Para hacernos sentir vivas las palabras y la literatura.
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