La magia del teatro.

El edificio se alza imponente, surcando las líneas del cielo. Santigua al que entra, entregándole una mirada de placer y regocijo, sabiéndose lugar de encuentro para los soñadores o los ángeles caídos. Los carteles se adhieren a sus paredes como enredaderas, elevándose por encima de la atropellada calle, saltando entre los ladrillos, girando entre las ventanas. El conjunto se metamorfosea, se disuelve para allanar el camino a los cazarrecompensas. Este entra por un largo pasillo recubierto de una alfombra roja y aterciopelada como un follaje de flores encantadas, musicales, impertérritas al paso del tiempo y el espacio. Saludan los personajes anclados en el tiempo, recubiertos de sus voluptuosas telas y miradas hechizantes, deleitándose con la atención prestada.

Las puertas de madera sueñan con viejas noches de verano, cuentan las historias de dos amantes que batallan contra sus familias, siguen los enredos de una alcahueta astuta, buscan salir de la opresión que naufraga una casa llena de mujeres de luto, huyen del fantasma que atormenta sus noches y suspira de amor... Estas se abren con una suave melodía que lleva a una época donde las máscaras de yeso daban voz al sufrimiento y belleza humanas, donde los dioses caminaban de la mano de los hombres haciendo que enloquecieran con sus caprichos. La estancia se extiende hasta el infinito, convirtiendo sus paredes en una progresiva transformación de teatros; las filas bamboleantes de asientos mullidos recubiertos de una suave tela granate, pronto se van sumergiendo en asientos de madera oscura donde las patas se elevan majestuosas rellenas de figuras de caballos y águilas, oscilan poco a poco en simples sillas construidas con la frescura de ser las primeras en ocupar ese asiento después de largas décadas de oscurecimiento, poco a poco finalizan su metamorfosis saboreando la dureza de la piedra.

El osado se abandona a la obnuvilación de las cortinas desvelando poco a poco a las figuras corriendo por el escenario del teatro, afanándose en resolver la gran incógnita: ¿ser o no ser? La desesperación cubre sus cuerpos, que empiezan a temblar por el incesto entre un rey abandonado y su madre; tiemblan de ira al verse como un pueblo que acaba con el comendador... Las voces se vuelven aterradoras, capaces de desgranar la vida de forma fría y sin escrúpulos; también susurran delicadas melodías que llenan de regocijo y arañan las venas con dulce miel invernal. Mariposas, serpientes, leones... giran entorno al escenario siguiendo un encantamiento de una hechicera que con su flauta hace que bailen notas disueltas.

Las escenas se van hilvanando, nunca encontrando su fin. En el teatro el aliento está contenido, esperando el fin pero anhelando un segundo más de evasión del mundo, de absorción del espacio y del tiempo para escupir con una continuidad incesante las historias contadas durante siglos. Nunca se olvidará la continua representación que se desarrolla en la estancia y esta seguirá saltando en el espacio-tiempo para alcanzar nuestras mentes ajetreadas, les recordará la belleza olvidada, la magia del teatro. 

Autora:
Salma Chaibi

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