Arrogancia POLÍTICA y política ARROGANTE

Constantemente nos aborda una razón para defender al soberbio que miramos en pantalla y alabamos como si la cordura estuviese de su lado, sabiendo que las sandeces rebotan con frecuencia por sus labios. Ya no sé si nacemos atados a la política o esta nos ata para que lideremos nuestro juicio y nos encolericemos con opuestos, opuestos pensadores. Algunos pasamos, dejándola aplastada por alarmante pero otros sentimos amor hacia ella, así como a su vestimenta y sus adornos. Defendemos su pasión y su libertinaje y la llevamos tan adentro que dudamos de nuestra demencia. Nos observan desde agujeros insospechados y nos acusan de gritar y expandir sus dogmas con tal de separarnos o dividirnos. Otras veces solo nos queda arrogancia y prepotencia para poder dar la cara a incrédulos y mentirosos que expanden falacias aunque ellos las aman como a su propia vida. Deberíamos mirarnos a las caras y comprendernos, sintiendo el peso de la historia que nos inclina hacia el extremo más radical pero eso es tan inviable como que los fanáticos callen su boca y las llenen de flores primaverales. Me gustaría mirar a mi alrededor y ver nubes de acuerdo o respeto, alzándose por el poniente. Me gustaría sentarme y estar viendo el civismo como si tratase de una película. Tender la mano a mi compañero y construir lo que todos deseamos cubierto de ética y convivencia, sin egoísmo ni rencor aunque esto es incluso más difícil que lo anterior. ¡Qué pena que os alimentéis de la carne de otros! ¡Qué pena que no sepáis reflexionar! La justicia está arrastrada al atolladero y al más oscuro agujero por donde se nos escapa el espíritu libre y el ansia de lucha. Nos dejaron un legado conseguido con batallas de lágrimas y solo somos incautos, sin apreciar el dolor que rompió las calles, las casas y los corazones. Jóvenes con mentes ancianas y atrapados en el pasado sin poder volver aquí pero sin ganas de hacerlo. Banderas que tienen más valor sentimental que poblaciones abarrotadas de pobreza y desgaste. Riqueza que no se agota en señores de traje y corbata y que desprecian los ropajes de los defensores de su nación porque los tachan de sucios, teniendo ellos tanta indecencia que no pueden apenas ni abrir la boca. Mujeres que defienden a hombres y hombres que desprecian a mujeres porque saben que pueden ser peligrosas. Maltratadores de su propia especie con excusas de sentimientos. Estamos destinados a destruirnos por nuestro ego. ¡Qué sociedad más carroñera! Y luego nos acusan de ser amigos de la política, de arroparla cuando todos recorren sus cabezas hacia arriba como esperando que les caigan del cielo todos los milagros que alguien un día prometió. A ver si el confinamiento nos ayuda a pensar antes de soltar sandeces del cuerpo. A ver si apreciamos a los que nos sostienen y a los que nos atacan, robándonos millones para acomodar sus propias tiendas. A ver si las coronas se quedan en los libros para personajes y no para señores beneficiados por su alta cuna.

Saray Peñarrubia Plaza